November 17, 2025

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En un interesante análisis sobre las similitudes entre el siglo XIX y la actualidad, se destaca la resonancia de ciertos aspectos políticos y sociales que parecen repetirse a lo largo de la historia peruana. Se hace hincapié en la presencia de un desorden político que se caracteriza por la manipulación arbitraria de la ley, donde tanto en el XIX como en el siglo XXI, los políticos buscan legitimarse por la constitución pero no se sienten constreñidos por ella. Esta falta de limitaciones legales resulta en un panorama político caótico y poco predecible.

Se señala también la incapacidad de la ley para imponerse sobre la sociedad en todo el territorio, con áreas donde los terratenientes ejercen un poder desmedido y caudillos locales imponen sus propias regulaciones. Se destaca el caso de la provincia de Pataz en La Libertad, donde a pesar de la presencia de instituciones estatales, la ley no logra regular las actividades sociales y económicas, dando lugar a situaciones de violencia e ilegalidad.

Además, se resalta la fragmentación del territorio y la descentralización del poder, similar a lo que ocurría en el siglo XIX, donde resultaba más fácil identificar un centro político y económico. En la actualidad, se observa una multiplicidad de órdenes y convenciones, junto con un deterioro político y económico que coexiste con actividades económicas exitosas, especialmente en el sector extractivo.

A pesar de estas similitudes, se destaca que el siglo XIX no fue únicamente caos y desorden, sino que también fue un período de vitalidad política e intelectual. Se mencionan proyectos políticos, económicos y culturales que buscaban dar forma a la nación peruana, así como resistencias creativas a la arbitrariedad y apuestas por superar la pobreza y la injusticia.

Finalmente, se plantea la pregunta sobre si el desgobierno actual viene acompañado de alguna creatividad política e intelectual que pueda imaginar una trayectoria alternativa. Se hace referencia a la vitalidad tremenda que existía incluso en medio de crisis pasadas y se sugiere que la generación Z o los bolsillos de periodismo valiente pueden contener la semilla de una regeneración de la esfera pública colapsada. Se concluye con la esperanza de que, al igual que en el XIX, existan proyectos que demuestren que la nación aún tiene pulso y capacidad de superar los desafíos actuales.

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